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Personajes Ilustres

Juan Meléndez Valdés (Literarios)
Nació en Ribera del Fresno, Badajoz en 1754. Es el más importante poeta español del Setecientos.
En su obra se sintetizan las tendencias más representativas de la poesía del siglo ilustrado y su influencia está presente en los poetas de la generación inmediatamente posterior.

Tras unos años en Madrid y Segovia, estudió Leyes en Salamanca, en donde entró en contacto con el círculo poético de la ciudad, encabezado por José Cadalso, una de las primeras y más decisivas influencias que se perciben en su obra.

Desde 1781 y hasta 1789 desempeñó la cátedra de Gramática en esa ciudad y cobró fama de poeta estimable, hasta el punto de convertirse en el poeta más representativo de la denominada Escuela Salmantina del siglo XVIII.

Por razones poco conocidas abandonó la enseñanza y ejerció la magistratura en Zaragoza, Valladolid y Madrid.

Mantuvo estrecha relación epistolar y personal con Jovellanos, que se convirtió en su protector y le puso en contacto con importantes políticos y escritores de la capital. La caída en desgracia de aquel ocasionó el destierro de Meléndez Valdés a Medina del Campo y Zamora. Volvió a Salamanca en 1782 y, al tiempo de la invasión francesa, nuevamente a Madrid. Con inseguridad y en clara contradicción con algunas de sus composiciones poéticas, aceptó los cargos que le propuso José Bonaparte, entre los que destaca el Ministerio de Instrucción Pública. A consecuencia de ello, tuvo que abandonar España al ser derrotadas las tropas napoleónicas.

Hay en él la misma escisión trágica entre patriotismo y progresismo que se aprecia en otros autores relevantes del XVIII y que se resolvió en el destino final del destierro a Francia. Como Moratín, Goya y tantos otros hombres de la Ilustración, sufrió largo exilio hasta su muerte en 1817. Sus restos volvieron a España en 1866 y, desde 1900, reposan en el Panteón de Hombres Ilustres del Cementerio de San Justo.

Los rasgos más acusados del carácter y de la obra de Meléndez -al que se llamó Dulce Batilo- son su afectividad y sensibilidad, entendidas no sólo como propensión al sentimentalismo, sino también como permeabilidad a las distintas influencias humanas, políticas y literarias. Este último aspecto es el que le permite a nuestro poeta estar abierto a las diversas corrientes poéticas de su tiempo y reflejarlas en las distintas líneas en las que se desarrolla su obra.

Junto con la suave poesía anacreóntica y bucólica que le ha dado la fama y se emparenta en su morbidez con el Rococó, conviven en la obra de Meléndez la poesía civil, filosófica y moral características del Neoclasicismo y la tendencia humanitaria del Prerromanticismo. La poesía anacreóntica fue una de las direcciones más frecuentadas por los poetas dieciochescos. Pero ninguno como Meléndez la prodigó en cantidad y calidad. Poesía de los sentidos y del amor, inspirada en modelos clásicos grecolatinos y ambientada en el marco de una naturaleza idealizada, amable y tópica, sus Odas anacreónticas constituyen la mejor manifestación de tal género.

La visión de la naturaleza va evolucionando en estas composiciones desde la contemplación puramente descriptiva hasta una interpretación melancólica y sentimental que aparece en las Elegías morales y anticipa ya el enfoque romántico.

Esa línea se relaciona también con el humanitarismo y la filantropía de los ilustrados y abre el camino de la poesía moral y filosófica. Esta tendencia, discursiva y prosaica, que se va acentuando en la madurez del poeta y se concreta en sus Epístolas y Discursos, ha sido poco valorada por la crítica en la obra de Meléndez. Sin embargo, pese a su discutible calidad, esa poesía ilustrada no carece de interés porque refleja significativamente las preocupaciones sociales, morales y filosóficas del Setecientos. La misma complejidad de actitudes que se aprecia en los temas de su poesía se percibe también en el estilo, el léxico y el uso de la versificación, que desarrollan una amplia gama de posibilidades que van de lo sensual a lo prosaico, de lo lacrimoso a lo filosófico, y del verso corto y ligero -que Meléndez manejó con soltura y maestría- al solemne endecasílabo blanco.

Obra:

Poesías. Tomo I. Madrid, 1785. Poesías. 3 vols. Valladolid, 1797. Poesías. Edición e Introducción de Pedro Salinas. Madrid, 1925. Poesías. Edición e Introducción de Emilio Palacios. Alhambra. Madrid, 1979. Poesías selectas. Edición e Introducción de Polt y Demerson. Castalia. Madrid, 1981. Obras en verso. Edición e Introducción de Polt y Demerson. Centro de Estudios del siglo XVIII. 2 vols. Oviedo, 1981 y 1983. Discursos forenses. Madrid, 1821.
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